Siempre fue ella. Siempre la busqué a ella.Siempre la deseé a ella. Pero no la vi cuando llegó. Y llegó. Y ahora se ha ido. Por mí. Yo la arrojé de mi lado.
Esta es mi despedida…
Hoy voy a obligarme a hablar de amor. Y tengo que obligarme porque me siento patoso, porque no logro transmitir lo que mi ser quiere, porque me siento débil y vulnerable…
Porque nunca he hablado de amor. Ni de nada profundamente mío en realidad. No recuerdo haberme abierto completamente a nadie. Jamás. Así que comprenderás que hablar de amor no me resulta sencillo. Ni cómodo.
Pero voy a hacerlo.
Lo que viene a continuación es muy personal. Demasiado personal. Deja de leer aquí: lo que hay a continuación es el detritus de la rabia y la deseperación…
Siempre fuiste tú.
Siempre te busqué a tí.
Sin saberlo.
Besé otra bocas.
Bebí de otros sexos.
Me busqué en otros ojos.
Pero buscaba los tuyos.
Buscaba tu boca de labios pequeños.
Sentía tu cuello en mis manos.
Latiendo.
Amante.
Siento tu ausencia en la cama.
Nuestra cama.
Vacía.
Por siempre más.
Vacía
No sé ni por dónde empezar. Esto del amor es ridículo. Me paso los días caminando la borde del abismo de la tristeza. Ese abismo del que si caes no sales tan fácilmente. Ni ileso. Siempre aparentando estar feliz, pero completamente vacío por dentro. Y tentado a dejarme llevar por la tristeza. Ese veneno tan dulce que libamos insensatamente. Hasta que ya es demasiado tarde y sólo logramos acallarla con drogas para lograr dormir y dejar de estar tristes por un rato.
Yo ya no siento esa tristeza asesina de cuando eres joven. Siento esa otra tristeza cronificada, familiar, cercana… Una tristeza que tu mente científica desgrana hasta el ridículo. Pero una tristeza que de un soplido barre cualquier conato de resistencia. Que ni se molesta en darle un manotazo a los argumentos. Se posa orgullosa y exhibe sus mejores galas. Una antigua novia con derecho a roce agónico. Tristeza.
Antes creía que todo podía solucionarse. Que no había nada imposible si de verdad querías arreglar algo. Pero no siempre es posible. Aunque de verdad lo quieras no es posible.
Olvídate de todos esos libros de auto-ayuda de mierda; de todas esas frases con tipografías pin sobre imágenes surferas retocadas con Instagram.
Las fuerzas del Universo se tocan los cojones con tus deseos más fuertes. ¿Qué coño te has creído? ¿Apelar al Universo para tus deseos? En fin…
Pues eso, que hay momentos en que lo que pasa ya deja de estar en tus manos. Por mucho que lo desees. Y simplemente pasa…
Mi error siempre ha sido no estar. No sé cuándo empezó este desajuste. Simplemente dejé de estar. Y dejar de estar es dejar de ser. Porque el tiempo es el conjunto de los microinstantes que lo componen. La vida no se puede codificar en deseos futuros. La vida es un continuo. Y si la vives codificada te pierdes ese flujo…
Yo lo perdí. Dejé de fluir para saltar de roca en roca. Siempre buscando otra roca. Y otra. Sin sumergirme nunca.
Sí, he llorado. He aullado solo retorciéndome en mi dolor. Temblaba inconsolable mientras el sudor me empapaba. Maullaban los gatos asustados y trataban de acercarse a mí sin saber muy bien qué hacer. He vomitado todas las bilis del universo. He sentido cómo mis pulmones se encogían hasta quedarme sin aire. Vomitando y llorando. Tratando de entender. De recordar. De aprehender…
Pero todo ha sido en vano. Sigo sin entender. Sigo llorando y temblando. Sigo arrastrándome por el duro suelo tratando de encontrar las fuerzas que me permitan levantarme. Quizás junto a la ventana. Por donde entra un rayo de sol tenue. Qué extraño día para decirnos adiós.
Tus duros ojos ya me decían que no había vuelta atrás. Que ya estabas en otra vida. Y yo era la otra vida. La que no querías. La que no te di nunca.
Hoy he muerto, por primera vez en mi vida.
Hoy he muerto de amor.
Nunca creí que me fuera a pasar a mí…
Deja una respuesta