Atrapado en el paraíso

No suelo ver gente leyendo ensayos. Ni siquiera estudiantes. Apenas nadie lee pensamientos. O no salen a la calle leyéndolos.

No sé, me resulta interesante. Siempre intento ver qué lee la poca gente que lee. Curiosidad morbosa. La posibilidad de saber algo más de esa desconocida o desconocido. Una ventana indiscreta a su mundo interior. El mero hecho de leer ya es un punto positivo. Si lee algo interesante, ya son 2 o 3.

¿Puntos para qué? Para nada…

laderrotadelpensamientoLa Derrota del pensamiento, de Alain Finkielkraut; una alegato en favor de la modernidad y sus valores frente a las consecuencias del posmodernismo y su banalización de la cultura.

Arranca explicando las diferencias entre el pensamiento alemán y el pensamiento francés, y en su evolución enfrentada a lo largo de diversos periodos históricos. Básicamente, los alemanes sitúan a las personas en relación a su trascendencia dentro el concepto Volkgeist, o Espíritu del Pueblo. Una forma romántica de decir que somos esclavos de nuestras circunstancias, de nuestra cultura, de nuestra herencia, de nuestra lengua y nuestras leyes… Es decir, que somos esclavos de nuestra estirpe, de nuestra patria.

Los franceses, por contra, defendían, tras la Revolución de 1789, que las personas eran libres y elegían su sitio en la Historia. Los franceses eran franceses por su voluntad de compartir su destino con personas libres con las que compartían unos ideales. Muy bonito, pero poco a poco tuvo que acabar integrando el efecto Volkgeist en sus argumentos. Más que nada porque el sentimiento de patria es real para muchas personas. Pero no era esa la presión…

Había que integrar también a las nuevas voces. Al Tercer Mundo descolonizado. Una defensa férrea de su cultura pisoteada por los arrogantes europeos y su condescendencia con esos nativos incultos. Y se aceptó que Cultura era cualquier expresión humana. Que la Capilla Sixtina es una gran Banksy. No sé si me explico…

Y, tras darle vueltas al concepto varias veces, remata con un ataque directo al consumismo que nos ha vaciado de esencia, nos ha convertido en esclavos de nuestras pulsiones bajo la bandera de libertad personal. Nos ha igualado a todos en un único estamento consumidor que nos ofrece la falsa imagen de igualdad y libertad, atándonos a la tiranía de la vanidad, de la apariencia, del libertinaje falsamente transgresor…

El individualismo al máximo exponente. El rebaño.

Y en plan traca final, se avergüenza de la puerilización de la sociedad. De marcar la adolescencia como el ideal a alcanzar. Cuerpos dorados al sol disfrutando de playas paradisíacas haciendo surf y yoga. Ése es el ideal.

La libertad y la cultura deben satisfacer nuestras necesidades. Sin esfuerzos. Tenemos derechos a hacer lo que queramos. Lo que nos haga sentir bien. Lo que nos haga sentir personas…

Basura de jipis de mierda. Y de fascistas.

Kant tratando de hacernos abandonar la pubertad y resulta que esa adolescencia es el ideal. Niñas de 16 años paseando del brazo de su madre y cientos de miradas lascivas más o menos evidentes la acosan mientras ella sonríe inocente y se baja un poco el pantaloncito porque se le sale un cachete del culo. ¿No queréis escuchar la verdad?

¿Cuántos hombres creéis que tienen como sueño un yate, un superdeportivo, un chalet en Ibiza, muchas putitas del Este y mucha pasta? Siendo lo de las putitas lo más importante…  ¿Os atrevéis a aventurar un porcentaje? ¿Os molesta que diga putitas?

Pues eso es lo que van a aprender las nuevas generaciones. Toda esa basura de telerrealidad que nos invade. No tengo tele desde hace años y aún así escucho gente hablar de esa basura, de las vidas de basuras humanas. Un insulto a la Evolución que puso un cerebro en esas cabezas. Suputamadre…

Y así vendemos poco a poco la Educación y la Cultura a la Lógica del Mercado; al utilitarismo. A la formación para líderes y para esclavos. Esclavos de nuestro destino como consumidores. Como seres libres de comprar, de follar, de comer, de hacer surf, de volver a comprar, de desear… De todo menos de pensar.

Consumismo. Hedonismo. Puerilización.

Ése es nuestro legado a las futuras generaciones.

20-1437394502-94-5-percent-chinese-use-mobile-phones1Y ahí lo deja el cabrón… Y lo deja porque el libro es de 1987 y él apenas columbraba la que se avecinaba. Internet todavía no era lo que conocemos ahora. No había smartphones. No había Wikipedia. ¡¡No había Google!! No había nada…

Si hubiera entrado a un vagón de metro abarrotado de cualquier ciudad del mundo hubiera entendido que su batalla estaba perdida. Que la sobre-comunicación y la sobre-información nos habían absorbido. Ya somos ciborgs. Sin Google e Internet no somos nada. Excrecencias que compramos en forma de móviles pin de 800 pavos. Para hablar, whatsappear, mirar los emails, usar el translator, el maps y google cada 2 por 3 y navegar de vez en cuando. Éle!!

Lo que acontece a nuestro alrededor ya no importa. No puedes hacer Like. No puedes Followear a alguien real. Los desconocidos no están en nuestra red. Nuestro mundo es una consola desde la que nos relacionamos, desde la que compramos, desde la que hablamos con nuestras familias…

Nuestro mundo es un ventanita con teclado virtual.

Ya podrás imaginar que, empáticos, lo que se dice empáticos, no somos. Nos hemos habituado a ver el mundo por una pantalla. Y la pantalla no huele, no duele, no sangra…

Y en estas, va y Liuba me manda una cosa.

Antes de seguir quiero advertir una cosa: Coelho, Jodorowsky y similares, me repatean las pelotas. Si te pillan en el momento adecuado caerás para siempre en sus garras de hedonismo pausado y espiritual.  Creerás que todo el Universo conspira para cumplir tus deseos. Incluso las coincidencias serán mágicas. Pero serás esclava de un sueño… Yo elegí la pastilla roja. ¿Qué elegiste tú? ¿Bistec y mamada? ¿Comida orgánica y orgasmos tántricos?

A lo que iba; que me mandó esto:

Decimos no saber o no poder amar y de pronto nos apegamos a personas tan incapaces de hacerlo como nosotros, convirtiéndonos en adictos de esta dolorosa relación… No podemos concebir que el amor sea humano: lo divinizamos, exigiendo perfecciones imposibles… No aceptamos que las relaciones afectivas sean dinámicas, transformables… Lloramos porque el mundo es como es y no como nosotros queremos… no sabemos ni recibir ni dar, vivimos encerrados en un reclamo insatisfecho, imposible de definir, y si nos encontramos con alguien que nos ama, no sabemos cómo mantener esa relación, deseamos que sea instantáneamente perfecta sin reconocer que una pareja equilibrada se consigue sólo después de un arduo trabajo y que, si los sentimientos no se acompañan del desarrollo de una comprensión caritativa de las necesidades del otro, se marchitan… Somos víctimas de nuestras pulsiones, sin creer que podemos conducirlas de la autodestrucción a una vida mejor… No queremos saber nada profundo de nosotros mismos, quiénes somos, cómo funcionamos; ansiamos que se nos divierta, pero superficialmente; tememos todo aquello que nos revele nuestra profunda insatisfacción… Cada vez somos más inestables, incapaces de asumir cualquier responsabilidad… Muchas veces, a pesar de tener el corazón cerrado, por temor a la soledad inventamos sentimientos amorosos que luego nos agobian… Impotentes e inútiles, no tenemos metas, no tenemos proyectos, no tenemos voluntad, trabajamos en cosas que no nos gustan… Sin fuerzas para enfrentar el combate de la curación, nos aquejan accesos de incontrolable tristeza y sobrevivimos con trucos: reprimimos nuestros deseos, ignorándolos… Desplazamos nuestros problemas acusando a otros de causarlos; y los sublimamos queriendo salvar a todo tipo de víctimas, pero sin ayudarnos a nosotros mismos… Nos identificamos con grupos, y en ellos ahogamos nuestra personalidad… Lo que al interior le reprimimos, lo proyectamos al exterior; lo que somos no queriéndolo ser, se lo reprochamos a los otros… Disfrazamos los pensamientos negativos exagerando desmesuradamente los positivos: aún sabiéndonos fracasados, nos mostramos como satisfechos; aun sin tener deseo de ello, nos obligamos a mantener relaciones sexuales o a hacer apasionadas declaraciones sobre algo… Nos refugiamos en lo que creemos que es nuestro sentido común, lo explicamos todo a través del intelecto negándonos el acceso al inconsciente… Débiles, despreciamos la debilidad de los otros y vampirizamos la energía de quienes nos ayudan… Necesitamos el reconocimiento social… Sufrimos por no alcanzar la perfección… Avaricia, rigidez y obstinación son nuestras fieles compañeras, no corremos ningún riesgo por temor a hacer el ridículo o a ser criticados, no realizamos nuestra obra porque sabemos que al final tampoco estaremos satisfechos… Totalmente dependientes, no podemos tomar decisiones, no podemos expresar nuestros desacuerdos o críticas, no podemos tener proyectos porque nadie tiene confianza en nuestras virtudes, accedemos a realizar las tareas desagradables, nos han abandonado, somos incapaces de ocuparnos de nosotros mismos, buscamos con desesperación una pareja sospechando que nunca la encontraremos… Hemos perdido la identidad, no sabemos lo que somos… Nos dejamos inundar por las emociones, nos cuesta controlar nuestros ataques de cólera o nuestra agresividad verbal y corporal, hacemos lo posible por ser el centro de atención…”

Pues esto, damas y caballeros, es un fragmento del Cabaret Místico de Alejandro Jodorowsky (tomado de Pensamiento Libre).

Y lo leo y releo y me veo reflejado. Perdido. Indolente.

banksy

Debo callar demasiadas cosas. Mis dedos son incapaces de escribir lo que siento. Mis pensamientos son fuego valyrio. Y nadie los para… Ni siquiera Pepito Grillo y su sobredosis de realidad.

Porque yo soy tóxico ¿No lo sabías? ¿No te has dado cuenta?

Sal corriendo mientras puedas…

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