Cerca de Ouagadougou (Burkina Faso)

Djibril era un privilegiado en una pequeña aldea cercana a Ouagadougou. Su padre, un respetado imán, tenía algunas tierras y había logrado evitar los zarpazos de las múltiples guerras que asolaban esa zona de África a base de sharia, mano izquierda, respeto, sobornos y una humilde madrasa.

Djibril creció en una familia feliz, en una burbuja rodeada de zombies. Hasta que las cosas se torcieron…

Poco a poco, esos zombies fueron traspasando las barreras. Primero fueron familias enteras que huían del hambre. Después familias que huían del miedo. Al final, sólo personas aterrorizadas, malheridas, deshumanizadas, vacías…

Luego aparecieron los primeros monstruos. Venían vestidos de negro. En todoterrenos nuevos. Con armas nuevas. Con banderas negras. Con un Islam podrido y espurio. Venían drogados. Acelerados. Nublados.

¿Qué podía hacer el padre de Djibril? Su obligación era defender a la Comunidad, a su familia, a las invitadas, a las refugiadas. Aceptó el control de los nuevos señores.

Pero tampoco fue tan grave. Sólo un cambio en los recaudadores de impuestos. Y un par de patrullas semanales para asegurarse de que todas cumplían la sharia de forma estricta.

Djibril había estudiado hasta ese momento. Tenía 12 años y había logrado aprender francés e inglés de forma bastante funcional (escribirlos no) a base de ser curioso con todas las personas extrañas. Y estaba preparado para seguir a sus hermanos mayores en sus estudios de Leyes en la capital.

Todo esto era sólo una introducción para que entiendas que Djibril era feliz con su vida. Era un niño normal en un lugar normal (sí, lo normal no es tu mundo).


Pero las cosas empeoraron.

Los monstruos empezaron a rapiñar. La comida empezó a escasear.
Los monstruos empezaron a violar, matar, robar o apalear de forma indiscriminada.
Los monstruos reclamaron a Djibril como soldado.

Y Djibril huyó. Con lo que llevaba puesto y un par de joyas y relojes que le dieron sus hermanas.

Llegar a Lagos fue relativamente sencillo. Tenía 13 años.


Lagos (Nigeria)

En Lagos se dedicó a hacer de aguador en un mercado. Eso significaba cargar de agua su bidón y vender vasitos a los vendedores y compradores. Dormía en la calle. Escondiendo su dinero. Sobreviviendo. Un año entero. En la ciudad más peligrosa del mundo. Un niño de 13 años durmiendo en la calle. ¿Imaginas lo que vió y vivió? No, no eres consciente. Y sólo acaba de empezar…

Después de casi un año logró reunir 400€. Era el precio de llegar a Marruecos. 20 días y 20 noches en el contenedor de un camión a través del desierto atravesando Níger y Argelia. Con la comida y bebida que lleves. Parando 4 veces al día para salir del contenedor un rato…

Pararon más veces. Cada vez que fueron atacadas. Robadas, violadas, mutiladas…

Djibril salió bastante bien parado. Le cortaron una oreja, le regalaron unas preciosas cicatrices de más de 20 latigazos en la espalda y le violaron unas cuantas veces sin desgarrarle nada. Seguía vivo y entero (menos media oreja)


Tetuán (Marruecos)

La vida de un negro sin dinero e ilegal en Marruecos es difícil. Mejor que en Lagos, sin duda; pero difícil. Trabajó en el campo, en obras, descargando, repartiendo, malviviendo… Hasta reunir otros 400€. Los que necesitaba para acercarse a la valla de Ceuta.

La primera semana intentó acercarse con otros negros sin pasar por las mafias locales. Mataron a 2 de ellos y el resto se llevó una paliza. La Ley es la Ley.

El día del salto estaba nervioso. Todavía no habían cicatrizado del todo los latigazos. Su brazo estaba al borde del colapso: tenía roto el cúbito pero no había tenido tiempo para reposarlo mientras descargaba cajas o recogía frutas. Estaba como en una nube. Seguía al grupo como uno de los zombies que habían llegado a su aldea. En modo automático y obediente. Escuchando las voces desde una profundidad interior que nunca había experimentado.

Y empezaron a correr hacia la valla. Podían ver las caras de la policía española preparada. Ya los habían visto los días anteriores. Habían observado cómo otros grupos lo intentaban. Podían distinguir a los policías más duros de los más «benévolos». Sabían dónde iban las pelotas de goma, los botes de humo. Las partes de la valla más sólidas y las más flexibles.

Djibril no recuerda nada. Sólo que echó a correr. Y luego, que un policía español, con guantes, le daba una manta y un agua y lo metía en una furgoneta.


Algeciras (España)

Djibril no tenía papeles. No tenía nada. 14 años. Pasó 3 meses en el CIE de Algeciras-Tarifa.

Djibril es ahora un MENA (Menor No Acompañado).

No tiene permiso de trabajo.

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