aquí no hay contenidos bonitos
aquí no escribo de amor
aquí lo explícito es ofensivo
aquí lo implícito es obsceno
aquí sí hay dolor
aquí sí hay odio
aquí sí hay humillación
aquí no hay sicalispsis
esto es pornografía
‘en fin, pediré perdón por haberme alimentado de mentiras. y adelante’.
(rimbaud)
despierto en un mar de sangre.
corazón marcando boga arrancada.
silenciosos arrecifes invitan a la traición.
¡BONG, BONG, BONG, BONG!!!
con paso seguro y manos temblorosas.
vista al frente y hielo en la espalda.
y entre mi isla y tu cielo, la mar.
y entre el infierno y tu cuello, …
flores muertas
huelen tan dulces las flores muertas
y son tan tristes
olvidadas
demasiado sinuoso truncar su alegría
cimbreantes pétalos que no llorarán más
nunca más
sus inocentes espinas abrazan
desgarran al acariciar
hoy y siempre
también ayer
mil años y un día
te querré
o no tanto
quizás el último día te olvide
o no pueda
el día que agoniza
el que murió
el que no ha nacido
todos
ninguno
siempre igual
todo igual
todos menos yo
ni tú
la que menos
es igual
mil años
tres segundos
duelen
te quiero y me duele
te busco y me duele
te necesito y me duele
te deseo y me duele
te odio y me duele
a veces no duele
sólo a veces
la bestia
en el valle ya no brotan las fuentes
susurros
jadeos
los designios del terror son inescrutables
gritos
silencio
los pájaros han olvidado volar
ahora quisiera decirte cuánto te quiero.
ahora que la noche amaina a la bestia.
cuánto te necesito.
¡y de qué sirve ahora!
necesitabas mi cariño y te ofrecí mis garras.
qué fácil saciar los colmillos.
los ojos se afilan.
tus ojos.
sólo quedan las olas.
estertores de un mar que se seca.
y lágrimas secas.
y amargas.
y frías.
y duras.
que llagan las vísceras.
mis lágrimas y mis vísceras.
y mis garras.
y mi bestia.
no sé decir tequiero.
pero te quiero.
francotiradores
huracán.
como en una película muda destrozando ciudades al ritmo de un pianillo enloquecido montado por un borracho.
la música no concuerda con la desolación.
pero no parece importarle a nadie.
sólo sucede en una pantalla y a miles de kilómetros.
los muertos son falsos y las casas escenario.
y no es cierto.
yo he visto los cadáveres putrefactos cubiertos de fango.
y niños llorando.
sus ojitos apagados derraman su aliento futuro y se secan.
la noche se encargará de enterrarlos a todos.
luego, ya nada.
los árboles siguen creciendo.
yo lo recuerdo.
yo, el lobo
Blancas telarañas iluminan mi jardín secreto azotado por tierna brisa.
Y lentos arroyos de recuerdos arrullan sus débiles flores que marchitan con el alba.
La piel desnuda se solaza con las frías hebras revoltosas que danzan, que ríen, que duermen y que lloran complacidas por la luna que se escapa.
Y mi tesoro, fresco y volátil nectar marino, rebosa de su cuna inundando áridos surcos incultivados y grietas que un sol de nomuerte abrió en mi pecho.
Que me arranqué la piel de corderito manso y huí del redil aniquilando al rebaño.
Que no acudiré nunca más a la llamada del pastor y su chucho bañados en sangre.
Que vuelvo a ser libre y salvaje y no hay luna que no aterrorice mi aullido.
Que los muertos se retuerzan bajo tierra y mis colmillos resarzan el bozal.
Que hostigo a la presa exhausta y las fauces están sedientas de vida.
Que no me volveréis a coger y ahora yo soy el amo.
abajo
al final resultó que las serpientes plañían
y, en frío reptar maradentro, partieron mi pecho
lloraban las olas mis sueños
perdidas en el caos que me arrojó de tu reino
serán tus palabras
o quizás tus silencios
¡y yo miraba riendo al verdugo!
morir luchando
en la casa vacía sólo queda una luz
la soga bien apuntalada
en la mano un retrato
en el pecho un adiós
desde arriba toda miseria es bonita
desde arriba
nunca más
ahora abajo
Sé que una vez fui completamente feliz. No sé cuándo ni porqué, pero fui feliz. Y ese tesoro ronronea nanas que cubren de arrumacos este temblor que parasita en mis manos.
Créeme, nunca quise mentirte, pero te mentí. Por miedo. Miedo a ser feliz, miedo a perder mi miedo, miedo a perderte, miedo a desearte, miedo a necesitarte. Miedo, sólo miedo.
Cerca del mar y lejos de todo. Volutas serenas que anuncian caricias: cuando la lengua no puede los ojos explican.
Nunca quise hacerte daño, pero lo hice. Nunca lo quise. Surgió; como la espuma en las olas. Ni supe ni pude evitarlo, y volvería a hacerlo, una y otra vez, una y otra vez, como siempre hice.
Ya escucho el rumor de tu aliento, tan dulce, y acuden las lágrimas.
Y hoy me despido.
No me pidas porqués ni parasiempres. Soy yo el asesino. Vacío, borracho, armado. Ciego. Y armado. De miedo, mentiras y fuego. La lluvia no limpia el contorno de tiza que eres. Lo piso, lo borro, lo miro, lo beso.
Fui feliz y no te lo dije. Fui feliz y no quise saberlo. Lo siento. Yo no lo lamento.
Recuerdo pestañas rozando en silencio. Bonito.
Y hoy me despido.
Necesito creer que mana sangre a borbotones. Deseo y necesito creerlo. Mis heridas no pueden cerrarse así. Necesito creer que tengo el pecho gangrenado.
Esperaré así, muy quieto, vacío, callado.
Las nubes son negras, la mar está negra. Mi sangre es petróleo. ¡Sí, fallé! Como un niño tonto. ¿Y qué?
Todos iguales. Mentiras, traiciones… Tú eres distinta. A todos. A mí. A ti. Te quiero. No. O sí.
Ya no me importa: no quiero esto. Seguro.
El día tiene mil horas. Y cada hora mueren mil niños. Y cada niño muere mil veces.
Las que no te quise. Las que te querré. Las que necesitaré. Mil veces. Ninguna. Porque nunca te quise. Porque siempre te querré.
Lo hice. Mis miedos conmigo.
¡Que vuelen altos los dados!
1
Desde lo más profundo te invoco, a tí, ahora que mis alas se han marchitado y atronan lejanos cimbales que marcan boga arrancada sumergiéndose maradentro y un inquietante vacío se retuerce y agoniza por morir atenazado.
2
Y habrá un día en que las piedras puedan cantar. La quietud y el silencio de la mar retumba en murmullos lejanos y divinos que restallan contra estúpidos parapetos. No olvidaremos el día en que el magma penetre las armaduras y rellene lo que está vacío.
3
El ruidoso ejército de pájaros invisibles descansa en las delicadas ramas que buscan el sol al alba. Los grillos entonan su monótono concierto que taladra el oído más paciente. Pero mis ranitas ya no me cantan. Les dí un beso y no se convirtieron en princesas. Diez besos y ninguna princesa. O un millón de besos. Sólo necesito uno de mi princesita.