La fotografía que encabeza este post es de Leszek Bujnowski, un artista polaco que hace unos fotomontajes increíbles. Lo descubrí por casualidad y me ha dejado prendado de sus imágenes. Me fascina el surrealismo fotográfico. Pero es difícil encontrar buenas obras que, realmente, transmitan algo especial.
Imágenes que transmitan algo hay muchas. Millones. Estoy hasta los huevos de ver fotos de estética surfera con colores pastelazo que remiten al paraíso en la tierra junto al mar. O paisajes urbanos tratados con HDR, una técnica de tratamiento de imagen que transforma lo mediocre en algo evocador y nostálgico. El problema es que todas estas evocaciones, reminiscencias y sugerencias no remiten a nada en especial. Son pura basura vacía. Bonita, eso sí. Pero sin mensaje, sin trasfondo, sin trascendencia… Imágenes que nos hacen sentir bien durante unos escasos segundos. Que nos transportan a las vacaciones, a buenos recuerdos, a olores y sensaciones que, quizás, nunca supimos apreciar en su momento. Ni ahora. Apenas unos segundos mientras vemos (que no miramos) la imagen. Y ya…
Y empiezo a hartarme de ver cada día todas estas fotografías vacías, a veces acompañadas de frases de autoayuda en tipografías amistosas, que me acosan por todas las bandas.
Pinterest o Tumblr son 2 claros ejemplos de esta moda. La mayoría de las imágenes que se cuelgan no llevan ni siquiera al autor o a una web para que puedas profundizar algo. Se quedan en la estética. En crear murales de fotografías bonitas que otros mirarán como un autómatas. Consumiendo como Diógenesdigitales, pero sin conservar nada para ellos… Un descanso agradable a la vista y el espíritu. Nada más.
Tampoco la publicidad es ajena a este fenómeno. Cada vez me cargan más los anuncios que ponen imágenes bonitas y una voz en off que recita noséquémierda con pretensiones de trascendencia. Desesperante. Las marcas de coches caros son los que más abusan de este truco barato. En fin…
Somos lo que parecemos: en la estética está nuestra etiqueta. Porque así nos ven los demás y porque así nos mostramos nosotros.
No creáis que soy ajeno a esta contaminación. Yo también he caído en el juego absurdo de la estética. Como todos. Disfrutamos más de nuestros viajes rememorándolos que viviéndolos. Preferimos evocar esos paraísos inexistentes antes que vivirlos con su color y olor reales. En el aquí y el ahora tenemos cosas más importantes que respirar el momento.
Y lo hemos transpuesto en nuestro ser. Somos lo que parecemos: en la estética está nuestra etiqueta. Porque así nos ven los demás y porque así nos mostramos nosotros. Un canal de comunicación demasiado supeditado a la subjetividad de los comunicantes.
Yo voy al gimnasio 4 días por semana. Y voy en bici a todas partes. Corro (ayer 18 kilómetros). Patino en línea. Me cuido. Por estética. Por verme bien.
Pero hoy no voy al gimnasio. Hoy no hago nada. Hoy sigo buscando el trasfondo de mis pensamientos. Entenderme a mí mismo. Saber qué quiero. Qué quiero yo. Sólo yo.
No lo sé. Creo que nadie lo sabe. Somos espejos. Con dos caras reflectantes. Vacíos.
Quizás sean sólo cosas mías…
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