Voy a explicarte cómo me siento.
No cómo me siento ahora, sino cómo me siento yo siempre.
Desde hace mucho tiempo y hasta dentro de mucho tiempo.
Y va a ser difícil de explicar porque voy a tener que entretejer muchas historias y voy a tener que desvelar muchos de mis secretos. Secretos que no son secretos, pero que no quiero revelar.
Leerás cosas que no te gustarán. Te perderás en mis divagaciones.
Pensarás que soy un monstruo.
Y tendrás razón.
Ahora yo. Solo.
No sé si alguna vez me miré al espejo sin mi máscara.
Lo hice. Seguro. Pero ya no lo recuerdo.
Tampoco recuerdo cómo era sin la máscara.
Ni cómo era yo y ni cómo era la vida sin ella.
Un día, un día cualquiera, te pones la máscara un rato.
Luego repites. Te sienta bien.
Eres un semi-dios. Eres poderoso. Triunfas.
Te la dejas puesta cada día un poco más.
Cada día.
Hasta que una noche te olvidas de quitarla. Y otra. Y otra.
Como una droga cuando te haces adicto.
Llámalo droga o sexo o adrenalina o fiesta.
Llámalo refugio.
Rodeado de refugiados. Tú. Yo. Todos.
Refugiados de guerras, de miedos, de huidas, de vacíos, de ausencias, de amor…
Una mascarada. O eso quiero creer para no sentirme tan miserable.
Miserable por no haberme arrancado la máscara hace mucho tiempo.
Una máscara que ha enterrado sus tentáculos electrónicos en mis bits más íntimos.
Un virus que controla todos mis dispositivos. El teclado. Los altavoces. Mi lengua. My polla.
<alone in the dark> Algún día te pediré perdón. Sí, a ti. Porque ambos sabemos que fui yo. Yo lo estropeé todo. Desde el primer día que nos conocimos. Desde el primer pinchazo de amor que me arranqué en cuanto lo sentí. Desde el momento en que la máscara me ordenó no enamorarme. Desde siempre. Nunca nos di esa oportunidad. Lo sabías y seguiste. Erosionando nuestro pequeño amorinfierno con mis dudas y mis miedos tapados por flirteos narcisistas. Con otras mujeres. Las que más dolían. Lo sé. Ya es demasiado tarde. Pero algún día te pediré perdón. Porque tú y yo sabemos que te lo debo. </alone in the dark>
Yo no tengo un trabajo hipster. Tampoco es una empresa social. Ni en una startup molona.
Yo trabajo en marketing digital para la industria farmacéutica.
Los malos, pensaréis muchos de vosotros: los que se aprovechan de nuestra salud para ganar dinero, los que se inventan enfermedades para vender medicamentos que no curan, los que no investigan curas sino tratamientos paliativos, los que venden sus medicinas a precios estratosféricos…
Todo eso oímos cada día los que trabajamos en este sector. Y a nadie le interesa mucho lo que piense este sector.
Son multinacionales, esas empresas malas que se dedican a expoliar el mundo en todas las formas posibles. Si son multinacionales catalanas o españolas no cuenta: ellas son de aquí (ja ja ja), dejan sus beneficios aquí (ja ja ja ja ja ja), crean puestos de trabajo (es verdad a medias)…
Pues tienes que saber que esas multinacionales farmacéuticas son tan malas, o tan buenas, según lo mires, como esas otras multinacionales por las que te pirras: Adidas, Nike, Google, TED, Apple, Seat, Zara, Mango, eBay, Rolling Stones, Netflix, Tesla o suputamadrebailandoelchachacha.
Podría darte una perorata larguísima acerca de porqué la industria farmacéutica es exactamente igual que cualquier otra y porqué es una estupidez exigirle unos estándares éticos y morales que no le exiges a nadie más, pero me lo ahorraré.
Mejor te lo explico con un caso práctico.
Tengo que omitir muchos detalles por temas de confidencialidad. Pero entenderás a la perfección cómo funciona este mundo y el tipo de personas que somos los que nos dedicamos a ello. Tampoco es un panegírico, no creas. Es una historia bonita que ilustra algunas de las luces de mi profesión. Hay sombras. Pero nunca me he visto en un dilema ético en mi trabajo. Nunca he tenido que hacer nada que fuera, no ya ilegal, sino poco ético. Nunca. Y he sido directivo en una multinacional farmacéutica años. Las sombras son las que se dan en cualquier empresa grande de cualquier sector.
¿Y la gente? Como en cualquier otro lado: algunas personas buenas, otras malas y del resto no sé, correctos. Nada extraño.
Pero te voy a explicar…
Fuimos la plana mayor de la agencia (de marketing farmacéutico en la que trabajo) a Suiza a presentar una propuesta para llevar el lanzamiento global de un nuevo medicamento.
Por una vez me ahorraré los detalles que dan color a las historias. No haré de storyteller y no rugiré como un dragón mientras explico mi cuento. Será esta una historia desnuda. Porque lo importante, esta vez, son los hechos.
El medicamento en cuestión logra frenar el deterioro que provoca una enfermedad rara. Un deterioro devastador en bebés que conduce a una muerte horrible o a una incapacidad absoluta para el resto de su vida. En ambos casos se inicia un horrible viaje para sus familiares.
Y logra que esos niños y niñas condenados al infierno caminen, corran y vayan en bicicleta. Un milagro. Pero no lo cura. Sólo evita el deterioro. Así que es un tratamiento crónico. Y muy caro. Muy caro comparado con tratamientos para otras patologías más prevalentes. Pero no más caro que un coche de lujo. Y nadie se escandaliza contra futbolistas que tienen 8 o 10 coches de lujo.
¿Es justo que una persona con una enfermedad rara muera porque su tratamiento es muy caro para la sanidad pública? ¿De verdad? ¿Cuánto cuesta un cáncer? ¿Y un accidente de tráfico? ¿Cuánto nos cuesta a todos? ¿No se pagan los hospitales, las médicos, las enfermeras, los celadores, la luz, las vendas y escayolas, los sueros, las agujas, la limpieza, el archivo, tecnología diagnóstica…? ¿Cuánta gente hace falta trabajando para crear un milagro?
Otra cosa es el precio final del medicamento. Y esto se hace negociando con las autoridades sanitarias de diferentes niveles para definir el rango de precios justo. Justo en base a la inversión realizada para el desarrollo del medicamento y al coste de la comercialización del mismo.
En este punto, muchos piensan que la industria farmacéutica se mueve en unos márgenes de beneficios del 3.000%. Que hacer una pastilla es súper barato. Pero olvidan que detrás de esa pastilla hay mucha gente que, además de querer honestamente mejorar la vida de unas personas que sufren de verdad, tiene que comer cada día y pagar sus facturas. Ah, y los márgenes de la industria farmacéutica son buenos, pero normalitos para los estándares consparanoicos: un 8% o un 11% son habituales.
Un detalle nimio que se tiende a comparar con la piratería de música, por ejemplo. Con un matiz muy importante: la industria farmacéutica no son sólo las empresas que venden medicamentos. Son las farmacias, son los hospitales universitarios, son los ensayos clínicos, es la investigación médica, es la formación de los profesionales sanitarios, son los colegios médicos, farmacéuticos y de enfermería, son los congresos médicos, son los estudiantes y residentes, son las empresas que hacen el marketing, las que imprimen folletos, las que hacen webs, las que diseñan estrategias… Es decir, algo que es bueno para todos y de lo que nos aprovechamos todos.
Y digo todos refiriéndome a los españoles que no tenemos que preocuparnos por nada, que això està tot pagat!!, que aquí lo tendremos financiado. Pero dámelo de gratis, que me parece muy caro. No sé cuál es el valor verdadero. Pero me parece caro…
Y yo vuelvo a Suiza. Para preparar la presentación se había hablado con familiares de pacientes que ya tenían a su bebé condenado a muerte con ellos y no habían participado en los ensayos. Por no haber nacido unos meses más tarde su bebé moriría lenta e irremisiblemente. Y había una cura que funcionaba. Ahora. ¿Te imaginas su dolor? ¿De veras puedes imaginar su desgarrador dolor?
Pues es el mismo dolor desgarrador que sienten esos refugiados que saben que su cura está a unos kilómetros al norte. Su salvación. Una salvación bloqueada por nuestras gloriosas defensas celestiales. ¿O es que te crees que se juegan la vida y hacen un viaje infernal de mil demonios para venir aquí sólo porque aquí tendrán un coche bonito? ¿De verdad crees eso?
Vuelvo a Suiza. Mi parte consistía en explicar cómo llegar a través de diferentes estrategias y medios digitales a los diferentes agentes en el proceso de comercialización: profesionales sanitarios, familiares y cuidadores, administraciones, medios… En base a sus búsquedas en la red, los medios que usan, la presencia online, herramientas, redes sociales… Y sobre todo Google AdsWords y su planificador… Cuando empiezas a entenderlo puedes pasar horas haciendo el imbécil formando las hipótesis más estrafalarias en base a lo que puedes aprender del comportamiento digital de la gente. Impresionante. Sé que suena a magia, pero es pura estadística y probabilística.
Hacía tiempo que no me sentía tan bien profesionalmente. Era un proyecto bonito con un objetivo bonito. Y me sentí muy útil. Pero tampoco lloré de la emoción.
Eso sí, por la noche repasé mentalmente todo.
Hacía años que no repasaba mentalmente un momento realmente interesante y bonito (qué cursi suena eso…). Y eso me preocupa…
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