Patrioterismo, manipulación y vaselina para afrontar la crisis

Este post lo escribí en octubre del 2012, pero me ha resultado muy curioso releer cuál era mi visión cuando comenzó todo esto del Procés… Lo recupero ahora…

Qué oportuna, tanto para Arturet (Mas) como para Marianico (Rajoy), esta situación, ¿no? De golpe, ya no se habla del expolio al que nos están sometiendo los grandes partidos políticos y sus chanchullos, ni de la crisis, ni de nada…

Soy libertario de izquierdas y a mí, cualquier exaltación patriotera me da grima. Cada vez que veo un mar de banderas nazionalistas de cualquier terruño (patria/nación/estado) me vienen a la cabeza imágenes de otra época; no muy lejana, por cierto. Una época marcada por una revolución nacional-socialista y otra comunista-oligarquista de las que no hemos aprendido nada…

Por eso la manifestación independentista del pasado 11 de septiembre y todos los acontecimientos y declaraciones cruzadas que se han sucedido me han hecho reflexionar mucho. Y no sólo porque cualquier nacionalismo (catalán o español) me repugne conceptualmente, sino por los derroteros que está tomando la vida pública de este país por parte de unos y otros.

Ahora parece que un referéndum es:

  • Para unos, la solución a todos nuestros problemas y el alumbramiento de una nueva época próspera en la que todos cantaremos y bailaremos felices cogidos de las manos sobre nuestra tierra catalana liberada, al fin, del yugo opresor e injusto del Estado Español (un ente abstracto en el que no tenemos nada que ver, por supuesto…).
  • Para otros, un golpe de estado que podría ser el detonante de una guerra civil o de una limpieza étnico-lingüística de insondables consecüencias…

Y aquí es donde se me disparan las alarmas (pensamiento crítico que se llama)… Qué oportuna, tanto para Arturet (Mas) como para Marianico (Rajoy), esta situación, ¿no? De golpe, ya no se habla del expolio al que nos están sometiendo los grandes partidos políticos y sus chanchullos, ni de la crisis, ni de nada… Sólo de la in-inde-independèncià (así, acentuando la última a).

De cómo se están repartiendo el sistema sanitario unos y otros mediante confusas estructuras ya no se habla. De la impunidad de todos los chorizos, corruptos y mangantes que pululan orgullosos por los despachos del Poder no se acuerda nadie. Millet está en la calle con todo su dinero intacto. Y aquí sólo pagamos los de siempre. Mientras, los medios de comunicación lamen la mano que los alimenta y pretenden encubrir a sus amos con una cortina de humo absurda.

De la misma manera, debemos ser conscientes de que España, sin Cataluña, tampoco es viable.

Seamos realistas: Cataluña, independiente, no es viable. No hay que ser un lumbreras. El mercado de nuestra industria y servicios (aquí me incluyo entre los catalanes) es España. Ahora mismo es así. Dentro de 20 años quién sabe. Pero ahora, separarse de España tendría unos costes muy, muy elevados. Inasumibles en la situación de crisis en la que estamos. Cataluña no tiene recursos como petroleo, oro, metales raros, diamantes… La industria farmacéutica o automovilística (catalanas es un decir…) dependen del mercado español. Las sedes de multinacionales en Barcelona quizás adelgacen en tamaño e inversiones. Tenemos déficit energético. No sé, esos grandes economistas que dicen que una Cataluña independiente sería viable son los mismos que, entre putas y farlopa en el Nuba (¡¡qué he dicho!!), nos han conducido a esta situación. ¡Pero no se alarmen! Los catalanes les pagaremos la fiesta… y las entrevistas en la tele.

Mientras tanto, a repetir machaconamente que hubo 1,5 millones de catalanes. ¿Uno de cada cuatro? Sencillamente es mentira. Por mucho que se repita es mentira. Si cualquier catalán pregunta a su entorno quiénes estuvieron se dará cuenta de que no fue así. ¿Que había miles de personas? ¿Cientos de miles? Sí, el 11 de septiembre fue una manifestación masiva en un ambiente festivo y cívico. Pero no había un millón y medio de personas. Aunque La Vanguardia, en un sorprendente giro independentista, lo repita cada día como un mantra. Y no, no creo que los asistentes al 11-S sean malas personas. Muchos amigos míos fueron. ¡¡Y sigo considerándolos amigos míos!! Vamos a cenar, hablamos de política, debatimos acerca de la supuesta independencia, planeamos actividades de fin de semana, hablamos de libros o música, damos una vuelta en bici, vamos a escalar…

De la misma manera, debemos ser conscientes de que España, sin Cataluña, tampoco es viable. Nos hemos (aquí me incluyo entre los españoles) dormido culpando a Paquito (Franco) de todos nuestros problemas. Y así, año tras año, llevamos 37 años de democracia. Casi los 40 de Paquito. Y no hemos logrado superar las 2 Españas. Y no me refiero a una cuestión nacionalista ahora. Me refiero a que algunas regiones de España se han dedicado a dilapidar la solidaridad (catalana, madrileña, europea…) en crear una cultura de subvenciones y clientelismo que no ha logrado superar el atraso histórico que arrastran desde la Reconquista. Y sin Cataluña, eso ya no es viable. Además, el peso de España en Europa será menor. Menos habitantes, menos peso. Simple. Y no es que nuestro peso, ahora mismo, sea mucho…

Vamos, una fiesta política y mediática que exije adhesiones inquebrantables y fidelidad acrítica a unos partidos políticos y unos medios de comunicación que pasan por su peor momento frente a la sociedad. Muy raro todo… De la noche a la mañana, en el peor momento, surge el asunto de la independencia. Y todos, catalanistas y españolistas, van a una: como si fuera un baile orquestado.

Mientras, la vida sigue. Paso a paso, inflexibles, recortan el estado del bienestar. Una frase que ya ha perdido su sentido de tanto decirla. Pero que significa que los hospitales seguirán cambiando a sus directivos con cada cambio de gobierno (¿qué cojones tendrá que ver la Dirección Médica o de Enfermería de un hospital con el Govern-Gobierno de turno?) y que un recorte en presupuestos del 10% se traducirá en una caída del 40% en la capacidad asistencial. Que no habrá dinero para aplicar la Ley de Dependencia pero sí que lo habrá para “externalizar” servicios asistenciales a empresas privadas (vinculadas a familiares de los políticos, of course). Que se recortará el sueldo de los funcionarios pero se contratarán miles de “asesores” profesionales (más amiguetes, claro) para gestionar la Administración Pública. Que las pocas empresas públicas que tengan potencial se malvenderán a los, otra vez, amiguetes de los gobernantes. Que las subvenciones para innovar (eso que llaman inversiones en I+D+i) acabarán siempre en los mismos bolsillos (¡más amiguetes! qué cojones… éramos pocos y parió la abuela).

En fin, que no estoy indignado: que soy un indignado. Suputamadre…

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